
Se aprende más de los compañeros que de los profesores
¿Por qué 31% de los estudiantes de Harvard son extranjeros?
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A nivel universitario al menos, cada alumno aprende más de sus compañeros que de sus profesores. Lo leí alguna vez y, si bien no hice sistemáticas investigaciones al respecto, estoy inclinado a pensar que es cierto. Lo cual le da sentido a la diversidad en las aulas. Diversidad de origen múltiple: por nivel socio económico de las familias de los estudiantes, y también desde el punto de vista geográfico. Esto último es lo que está siendo desafiado por el presidente Donald Trump, con respecto a la universidad Harvard (no diga de Harvard, porque no se refiere a una ciudad sino a una persona).
Al respecto, conversé con el inglés Harold Joseph Laski (1893-1950), a quien no hay que confundir con el argentino César Jaroslavsky. Nacido en el seno de una familia judía, en 1911 Harold rompió relaciones con ella, casándose con una gentil; como en su momento había hecho David Ricardo. Estudió en Oxford, primero ciencias y luego historia. Enseñó en las universidades de Mc Gill (Canadá), Harvard y en la Escuela de Economía de Londres (LSE). En esta última dictó clases durante 24 años, siendo tan conocido y ejerciendo tanta influencia entre los estudiantes que su nombre y el de la LSE llegaron a ser casi sinónimos para muchas personas, especialmente para los estudiantes de América, África y Asia. Según Herbert Andrew Deane, a partir de 1925 comenzó a expresar dudas de que las grandes reformas necesarias de los sistemas económico y social pudieran conseguirse vía la democracia política; y durante la década de 1930 abandonó el socialismo fabiano a favor del marxismo. Entre 1945 y 1946 presidió el Partido Laborista.
–Aunque probablemente nunca se enteró, su prédica también tuvo influencia en mi país.
–En efecto, el 4 de abril de 1945 en la Argentina se constituyó el Movimiento de Intransigencia y Renovación (MIR), que entre otras cosas proclamó la Declaración de Avellaneda, que sintéticamente propuso “la tierra para el que la trabaja; comercialización a cargo de cooperativas; nacionalización de las fuentes de energía, servicios públicos y monopolios, entregando su manejo a la Nación, las provincias o los municipios; amplia libertad económica a todas las restantes actividades; libertad de inmigración para extranjeros útiles; amplio desarrollo industrial que no se funde sobre el bajo nivel de vida de los trabajadores; impuesto progresivo sobre las rentas no originadas en el trabajo personal; y restitución a las provincias de sus atribuciones económicas y financieras”. Declaración inspirada en Laski, su redacción le correspondió casi íntegramente a Arturo Frondizi, junto a Moisés Lebensohn.
–Con posterioridad, quien presidiera la Argentina entre 1958 y 1962 fue contundente al respecto.
–Afirmó que la Declaración de Avellaneda nunca lo había conformado totalmente, porque “fue mucho más una bandera de lucha, que posibilitó el triunfo de la Intransigencia, que una respuesta científica a los problemas que afligían al país en la década de 1940”. Lo cual no sorprende, porque cuando en 1962 Frondizi tuvo que defender su política petrolera, a contrapelo de lo que había recomendado en Petróleo y política, publicado en 1954, dijo que entre la responsabilidad del ejercicio de una función ejecutiva y su prestigio como autor de una obra prefería la primera.
–¿Comparte la opinión de que los estudiantes aprenden más de sus compañeros que de los profesores?
–Difícil saber si más o menos, pero ciertamente que el aporte es importante. En el plano de la disciplina que se estudia, porque se preparan en grupo las materias, porque se conversa en el café; pero además, porque la diversidad de origen económico social, y geográfica, aporta mucho a la formación de cada uno de los alumnos. El indio con el cual usted cursó en Harvard, como persona, tiene sus características individuales, pero para usted India dejó de ser una línea en las tablas, y recuerda el contacto con él; y a él le ocurre lo mismo, porque a través suyo la Argentina dejó de ser una línea, para convertirse en algo humano.
–En toda clase hay compañeros buenos y malos.
–Obvio. Me hizo acordar una anécdota que protagonizó Eric Hobsbawm cuando recién comenzaba a trabajar como profesor. Un día volvió a la sala de profesores protestando por el trabajo que le daban algunos alumnos. Un profesor veterano lo escuchó y le dijo: “Los buenos alumnos aprenden solos, aquí te pagamos para que les enseñes a los malos alumnos”. Nadie puede creer que Harvard “produjo” a Paul Anthony Samuelson, la UBA a Miguel Sidrauski y la UCA a Máxima Zorreguieta. Pasaron por sus aulas, que es diferente.
–En su insólita pulseada con Harvard, el presidente Donald Trump acaba de emplazar a los estudiantes extranjeros a que en no más de 72 horas se muden a otra casa de estudios, so pena de perder la visa y tener que volver de inmediato a su país.
–Me resulta difícil imaginar cómo funciona el cerebro del presidente Trump. Cuando sugiere que Harvard reduzca el cupo de estudiantes extranjeros de 31% a 15%, pienso que traslada el proteccionismo arancelario, de la importación de mercaderías, a la exportación de servicios. Salvo que esté pensando que, si Harvard entrena a estudiantes chinos, cuando estos vuelvan a su país natal harán más difícil la defensa de los intereses de los Estados Unidos por parte de sus autoridades. Pero es pura imaginación la mía.
–¿Por qué Harvard está tan interesada en educar a extranjeros?
–El argumento de la diversidad es válido, pero también probablemente lo sea como fuente de ingresos.
–Pero, ¿no están becados los alumnos extranjeros?
–En todo caso, no por Harvard. No tengo los datos a mano, pero es muy probable que el grueso de los estudiantes chinos pague la matrícula con los ingresos de sus familias o becas otorgadas por alguien.
–Entiendo el plano del qué, pero también está el plano del cómo.
–Importantísimo. Más allá de si corresponde o no, una cosa es que el presidente le diga a Harvard que quiere que a partir del próximo año académico haya más estadounidenses y menos extranjeros entre sus alumnos, y otra es que esto ocurra durante el año académico en curso, de la noche a la mañana. A esta insólita forma de decidir e implementar políticas Trump nos tiene acostumbrados: el arancel de importación de productos siderúrgicos un día es 5%, al siguiente sube a 50%, luego aparece una pausa...
–Zigzag que no es gratis en términos decisorios.
–Efectivamente. El FMI, que en enero de 2025 había pronosticado para el año en curso un aumento del PBI mundial de 3,3%, en abril pasado lo redujo a 2,8%. ¡Hay que hacer muchos “méritos” para, en un trimestre, reducir en medio punto porcentual el crecimiento anual del PBI mundial!
– Don Harold, muchas gracias.