St. Vincent: su regreso a Buenos Aires, el gran gesto con el público hispanoparlante y su transformación sobre el escenario
Este jueves, la cantante compartirá fecha con la ex Sonic Youth Kim Gordon, en C Art Media
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“¿Qué es lo que creo que la gente piensa de mí y está totalmente errado?”. St. Vincent repite la pregunta como si estuviera tratando de hacer tiempo para ensayar una respuesta, pero tarda muy pocos segundos en encontrar una. “La gente piensa que me tomo demasiado en serio a mí misma, y la verdad es que soy un vodevil andante”, dice la artista nacida hace 42 años como Annie Clark y que hace casi dos décadas eligió su nombre artístico de una canción de Nick Cave en la que se menciona el hospital donde murió el poeta Dylan Thomas.
Desde su aparición en 2007, con su álbum debut, Marry Me, ha tenido que lidiar con la idea de estar envuelta en una pretenciosidad que ella misma descarta con elegancia. “Me tomo mi trabajo muy en serio, pero al mismo tiempo estoy muy comprometida con el absurdo”, explica y acto seguido suelta su risa como prueba de sus dichos.
La música de St. Vincent es el resultado de una mezcla variada y eficaz donde conviven la influencia y el legado de David Bowie, Robert Fripp y Kate Bush, una formación musical y artística que la convirtió además en una guitar hero creativa y versátil. Después de su paso por Lollapalooza Argentina en las ediciones de 2015 y 2019, Clark tocará este jueves 29 en C. Art Media (Corrientes 6271), en una fecha que tiene un sabor especial por partida doble. No solo porque será su primer show en Buenos Aires por fuera de un festival, sino que además lo hará compartiendo cartel con Kim Gordon, exguitarrista, bajista y vocalista de Sonic Youth.
No es la primera vez que St. Vincent se permite trabajar codo a codo con una de sus influencias: en 2012, grabó (y luego salió a tocar en vivo) el disco Love this Giant junto a David Byrne y en noviembre pasado fue invitada por Paul McCartney a interpretar dos canciones durante su set en el festival Corona Capital, en México. “Kim es la persona más cool del mundo”, dice sobre su actual compañera de gira, sin poder disimular su fanatismo. “Tener estas oportunidades es lo mejor del mundo. Poder trabajar con gente cuya música amás y admirás y ser gustado por gente que te gusta es algo que se siente bastante bien”.

Esta vez, St. Vincent llegará a Buenos Aires de la mano de su último disco, All Born Screaming, con el que ganó su tercer premio Grammy como Mejor Álbum de Música Alternativa en febrero de este año (las dos estatuillas anteriores llegaron con su disco homónimo en 2015, y en 2022 con Daddy’s Home). Pero, además, a finales del año pasado, Clark sorprendió a sus propios seguidores con la publicación de Todos nacen gritando, con versiones cantadas en español traducidas junto al videasta Alan Del Río Ortiz e intentando ser lo más literal posible. Allí, “Broken Man” se volvió “Hombre roto”; “Flea” pasó a ser “Pulga” y “Sweetest Fruit”, “La fruta más dulce”. La inspiración detrás del proyecto, dice, es la necesidad de agradecerle a su público latinoamericano.
“Empecé a pensar en esto después de tener tantas experiencias hermosas en países hispanoparlantes, porque me pareció maravilloso llegar a otro lugar, mirar al público y que la gente esté cantando cada palabra en un inglés perfecto”, explica Annie. Y agrega: “Me puse a pensar: ‘si ellos pueden venir hacia mí en mi lengua materna, quizás yo pueda hacer algo que aunque sea me acerque a mitad de camino’. Fue una idea y un proceso muy interesante, un pequeño ofrecimiento”.
Esta semana, St. Vincent fue por más al relanzar una de las canciones de Todos nacen gritando, “Tiempos violentos”, en colaboración con la chilena Mon Laferte. Ella reconoce que su conocimiento del idioma es limitado, aunque ya intentó probar algunas de sus relecturas. “No hago versiones enteras porque no sé si alguien querría eso, pero cada tanto meto algunos versos en español. Si querés algunos, quizás los haya el jueves”, dice como anticipo de su show.
Aunque ni su discografía ni los álbumes que la contienen se mueven en una misma dirección, hay algo en la manera de encarar las búsquedas que hace que todo “suene” a St Vincent sin necesariamente parecerse a la canción anterior o a la que seguirá después. Ese proceso en donde partes disímiles forman un todo unificador es algo que la sigue sorprendiendo y también fascinando. “Es un misterio. Es como pasar demasiado tiempo cocinando, y cocinás y cocinás hasta que un día todo tiene sentido”, dice, pero a los pocos segundos decide reformular su propia explicación. “En realidad una metáfora mejor sería que te sentás a trabajar con piezas perfectas de un rompecabezas, pero nadie te dice qué es lo que forman. Vos las vas encastrando hasta que un día las unís a todas, das un paso hacia atrás, contemplás bien la imagen y decís: “Ah, eso es lo que yo estaba tratando de decir”, completa ya mucho más conforme con su nueva teoría.

Y si en el estudio se trata de un proceso intuitivo, sobre el escenario las cosas toman un espíritu catártico, que evita la previsibilidad y la abulia que se volvió moneda corriente en la industria de la música en vivo. “Para mí es algo con distintos momentos, por la naturaleza de parte del material y también de la violencia con la que debe interpretarse. No hay manera de fingir eso o coreografiarlo, simplemente dejo que ocurra”, dice sobre la espontaneidad que domina sus shows, que hace que una noche sea distinta a la otra por más que el repertorio sea casi el mismo.
“Algo se apodera de mí cuando subo a un escenario. Me vuelvo feral, desafiante y un poco cerebral en maneras en las que no me comporto en la vida cotidiana. Eso para mí es clave: cuando salgo no sé qué mierda voy a hacer, no sé si voy a treparme a la platea o qué. Y al mismo tiempo, sí sé que tengo que mantener bien alta la adrenalina hasta el final. Hay algo en lo que creo y es que la performance tiene que ser un buen baile entre el caos y el control”.
“Creo que soy peligrosa”, reflexiona Clark, y retoma: “Quería que mi música fuera así porque ya no sé qué es peligroso hoy en día”. Después, reflexiona sobre si nota que la peligrosidad dejó de ser un elemento clave en la música: “No creo, siempre hay gente que hace cosas peligrosas, que sean desafiantes o que sea algo muy honesto sobre la condición humana, y eso es peligroso para los intereses corporativos”, reflexiona.
Para poder llevar a cabo ese baile con el peligro, dice, lo mejor que puede hacer es mantener un equilibrio entre sus dos identidades, un diálogo armónico entre Annie y St. Vincent. “Se vuelve bastante más fluido a medida que pasa el tiempo, pero no hay otro lugar en el mundo donde actuar con impulso o dejarse llevar por el caos sea aceptable o que la gente aplauda. No es para una oficina, donde si hacés eso mismo te van a terminar echando. Tengo un contenedor para mi locura y soy muy afortunada de tenerlo”.
St. Vincet y Kim Gordon. Jueves 29, a las 21, en C Art Media, Corrientes 6271. Entradas desde 85.000 pesos
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