8 minutos de lectura'

Son las tres de la tarde de un fresco día otoñal, y en la puerta de un histórico local ubicado en la concurrida Avenida Córdoba al 2495, en corazón de Balvanera, se ha formado una larga fila. “¿Quién sigue? ¿Estás atendido?”, pregunta con calidez Jaco, mientras envuelve un pedido con media docena de Lajmayín (empanadas circulares abiertas con carne sazonada). Gabriel, un habitué del lugar, le encarga dos boios de verdura y un par de quipes para el almuerzo en la oficina. “Los llevo calentitos como siempre maestro”, dice con complicidad. En segundos, ya le están preparando el pedido.
Desde el característico montaplatos (que se convirtió en marca registrada del lugar) descienden bandejas repletas de falafel y kniches de papa recién elaborados. De fondo, el teléfono suena una y otra vez. “Helueni”, responde Moises y toma nota de varios de los pedidos para los oficinistas de la zona. A esa hora, las colas suelen desbordar la vereda. “Este negocio es un clásico del barrio. Cuando era chiquito con mi padre veníamos los domingos a buscar el almuerzo familiar. Ahora sigo la costumbre con mis hijos”, confiesa Edgardo, saboreando una fatay en la barra. De postre eligió un bombón con nueces y dulce de damasco. Como él, muchos han hecho de Helueni una costumbre que atraviesa generaciones desde hace medio siglo.
“Mi abuelo, al ver que el país era próspero incentivó al resto”
Detrás del mostrador, mientras acomoda los estantes con variedad de especias, Don Alberto Helueni, explica el origen de su apellido: “Helu”, significa dulce en árabe y “Eni”, ojos. “Nuestro verdadero apellido es Mansura, pero cuando mi abuelo llegó a Buenos Aires, no hablaba español y al pasar por migraciones y tratar de explicar que en Alepo, Siria, hacía dulces para los ojos, lo anotaron como Helueni”, relata con una sonrisa cargada de historia. Don Abraham, su abuelo, nació en el seno de una familia numerosa (siete hermanos) y a principios del siglo XX emigraron a “La América”. Trajeron bajo el brazo la profesión de panaderos y varias recetas de antaño. “Primero llegó su hermano mayor, Salim, y al ver que el país era próspero y con oportunidades incentivó al resto a venir. Mi abuelo arribó en 1925″, rememora su nieto.
Los hermanos se instalaron en el centro porteño y pronto abrieron las puertas de dos emprendimientos gastronómicos. El de Salim estaba ubicado en una antigua casona con horno en la calle Tucumán, entre Paso y Pueyrredón. Mientras que el de Abraham era un almacén con variedad de productos sueltos y al peso, situado en la calle Larrea. “Arrancaron bien de abajo. Con los años empezaron a hacerse conocidos en el barrio. Al tiempo, el almacén se convirtió en un punto de encuentro de la comunidad. Mi abuelo, al que le decían Brahim, siempre estaba bien vestido en la caja. Cuando llegaban los amigos y los clientes solía servirles el típico café oriental en la pavita de cobre. De fondo, nunca faltaba la vitrola con música”, relata emocionado.
“El horno de Helueni”, como lo habían bautizado, atraía a clientes de toda la ciudad. Incluso algunos solían acercarse con los rellenos de sus empanadas para que se las terminaran de armar y hornear allí. En la década del 70 se vendían muchas frutas secas para las mesas dulces de las bodas y los Bar Mitzvah: dátiles, damascos, ciruelas y pasas.
Jacobo, hijo de Abraham, se sumó de joven al negocio y en 1964 apostó a abrir su propio local de “Helueni”- delicias árabes orientales en la calle Paso 687. En la cocina lo acompañaba su mujer, María, quien tenía gran talento culinario. Al tiempo, sumaron cada vez más productos: fiambres, embutidos, quesos y conservas, empanadas (abiertas y cerradas), boios, kniches de papa, zapallitos rellenos, cebollitas caramelizadas, yabra (hoja de parra) y variedad de confituras. “Yo tenía doce años y siempre me acuerdo que cuando salía de la escuela papá me llevaba al negocio para que aprendiera. Durante las vacaciones estaba metido acá todo el día. Sin pensarlo, me fue atrapando y acá sigo”, reconoce, entre risas. Hoy, junto a su hermano Moises y su sobrino Jaco, continúan con las mismas recetas heredadas.
El nuevo local
En 1992 se mudaron a su ubicación actual a un local pequeño con un alargado pasillo, mostradores a la vista y heladeras exhibidoras. Las paredes naranjas se transformaron en uno de sus colores más representativos, junto con el cuadro con la icónica foto de The Beatles cruzando Abbey Road y las fotos familiares: el casamiento de sus padres, un joven Abraham cantando, otra de sus pasiones. Alberto recuerda con claridad los días tristes tras los atentados a la embajada de Israel en Argentina y luego el de la AMIA en 1994. “Fueron momentos muy duros. Bajó mucho el trabajo. La gente no se reunía”, reconoce, mientras saluda a un habitué que le encargó una docena de quipes (con carne molida, trigo burgol y variedad de especias). “De acá me voy directo a la cancha a ver a River”, cuenta con su paquete en la mano. En Helueni son fanáticos de Boca Juniors y nunca faltan los chistes futboleros. “Estar acá para mí es un placer, me encanta la parte social: hablamos de fútbol, política, religión, pero siempre sanamente y con respeto. También charlamos de nuestros problemas. A veces, me siento un psicólogo. Después de tantos años somos amigos, como una familia gigante. Muchos me conocen desde que era chiquito”, agrega Alberto.
La salsa agridulce secreta y otras delicias
En la cocina prepara salsa agridulce “secreta” para las codiciadas Lajmayín, una de las vedettes de la casa. Tiene aproximadamente seis horas de cocción a fuego lento y entre sus ingredientes se destaca el tomate, azúcar, sal, variedad especias y extracto de tomate. Luego, se mezcla con la carne molida (Kosher) y se rellena la masa casera de forma circular. Por último, llega el toque final del horno. “Las lajma son el producto más popular. Hay clientes que vienen desde muy lejos a buscarlas y no las cambian por nada”, asegura Alberto. Los boios también son los preferidos de los parroquianos. Pican en punta los de verdura; queso; berenjenas y los kniches con cebolla picadísima y papa. En la lista, no pueden faltar las “rosquitas” con anís y sésamo. Cuentan que el Dr. Máximo Ravenna “tenía debilidad por ellas”. Para el momento dulce, muchos adoran el Baklawa (con masa philo, nueces picadas, azúcar, almíbar, canela y agua de azhar); y el Mamul de nuez con azúcar impalpable y esencia de vainilla.
“Nuestros productos son artesanales y los elaboramos con la misma dedicación de siempre. Uno de nuestros secretos es que está todo hecho en el día. Mi viejo nos inculcó la importancia de utilizar buena materia prima. Él era muy exigente y siempre remarcaba que al cliente había que darle lo mejor. Siempre nos decía: “Acá la gente no viene por la cara que tenemos, sino por la calidad”, confiesa. Durante muchos años el día de mayor concurrencia era los domingos. “Trabajábamos muchísimo. Los habitués se juntaban en la casa de los abuelos o los padres y siempre tenían la tradición de venir a buscar sus platos favoritos. Abríamos a las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde y no quedaba nada de mercadería. Arrasaban con todo”, reconoce, orgulloso. Actualmente, los viernes son la estrella de la semana. “La gente compra para reunirse los viernes a la noche por shabat. Cuando son las fiestas clásicas como Rosh hashanna, Kipur (Día del Perdón) y Pesaj es un mundo de gente”, suma Jaco.
Las delicias de la casa fueron recomendadas por figuras como Tato Bores, el doctor Ravenna, Chiche Gelblung, Guillermo Coppola, Nacha Guevara, Ana María Picchio, Mariano Chihade, pasando por Carmen Barbieri, entre otros. Don Alberto recorre el salón y recuerda algunas anécdotas. “Una amiga de Susana Gimenez le llevó nuestro Lajmayin a la diva de la televisión para que lo pruebe. Le gustó tanto que dijo: “esto es un manjar”.
Otro habitué es el actor y humorista Roberto Moldavsky, lo llama “su lugar en el mundo”. “Viene siempre, es un amigo de la casa. Todos los viernes antes del teatro pasa a buscar nuestro Jalá”, cuenta. El emblemático local también apareció en la serie “Iosi, el espía arrepentido”. En uno de los capítulos el personaje de una señora de una camisería del barrio dice: ¿Probaste los bohios de Helueni” y enseguida afirma que si “No conocés Helueni, no conocés el Once”
“Ya vamos por la cuarta generación. Todo lo que se hace en familia lleva mucho amor”, cierra Jaco, con una sonrisa, mientras recomienda el Lajmayín, la joya que Abraham trajo desde su tierra, y hoy sigue uniendo a toda la familia.
Otras noticias de Todo es historia
- 1
La luna llena de junio viene con un espectáculo astronómico que no se veía desde hace años
- 2
¿Por qué no deberías lavar los platos, vasos y cubiertos con la misma esponja?
- 3
Qué es el fitosterol, el nutritivo componente de los frutos secos y los cereales integrales
- 4
¿Es bueno para la salud tomar vinagre de manzana con agua? Esto dicen los expertos