Cuando todo parece dormido, ciertas plantas florecen. Estas son las especies que desafían al invierno con elegancia.
3 minutos de lectura'

Cuando el jardín entra en pausa, el césped duerme bajo las heladas y los árboles parecen contener la respiración, algunas flores se atreven a desafiar el clima.
No necesitan primavera. Abren sus pétalos al frío como si fuera una caricia y, mientras todo parece apagado, ellas encienden una alegría discreta.
Son las flores de invierno, pequeñas rebeldes de la naturaleza que florecen cuando nadie se lo espera.

Estas especies no solo desafían el clima: desafían la idea misma de espera. Hablan de otra temporalidad, de una belleza sin urgencias, donde el esplendor ocurre a contrapelo del almanaque.
Camelia (Camellia japonica)
Su elegancia es casi literaria. Las camelias florecen en pleno invierno como si lo hubieran estado esperando.
Sus flores, de un rosa viejo, rojo intenso o blanco marfil, emergen entre hojas siempreverdes brillantes y coriáceas.
Necesitan suelos ácidos, frescos y bien drenados, con resguardo del sol directo. En zonas templadas del país —como el norte bonaerense o el litoral— pueden florecer de mayo a agosto.

La camelia no tolera el descuido ni el exceso, pero responde con una floración lenta y majestuosa
Duraznillo de olor (Acacia dealbata)
Más conocido como mimosa, el duraznillo es uno de los primeros árboles en florecer en invierno.
En julio ya empieza a vestir su copa de amarillo brillante, con unas atractivas inflorescencias globosas que parecen pompones diminutos.

Además de su valor ornamental, su aroma inconfundible anuncia el cambio de estación.
Es ideal para jardines amplios y soleados, se adapta bien a climas templados y suelos pobres. Como dice el dicho, “si la mimosa florece, el frío se despide”.
Jazmín de invierno (Jasminum nudiflorum)
Es el más discreto de los jazmines: florece antes de que broten sus hojas, como si tuviera prisa.
De hábito colgante o trepador, sus flores amarillas aparecen desde junio, incluso con heladas.

Es ideal para muros, pérgolas o para vestir alambrados. Tolera la semisombra y se adapta bien a macetas.
No tiene el perfume irresistible de otros jazmines, pero lo compensa con su tenacidad. Florece incluso cuando nadie lo mira.
Helleborus (Helleborus orientalis)
Conocida como rosa de Navidad, aunque en el hemisferio sur su floración se produce en junio o julio, esta planta de sombra y suelo rico es un secreto bien guardado entre jardineros.
Sus flores, que parecen de porcelana, van del verde al bordó oscuro, con matices que cambian con el frío.

Es una especies muy recomendadas por los paisajistas para rincones sombríos, húmedos y reparados del viento. De crecimiento lento, pero resistente, es símbolo de resiliencia y belleza silenciosa.
Calicanto de flor (Chimonanthus praecox)
Casi invisible el resto del año, el calicanto se vuelve protagonista en julio, cuando cubre sus ramas desnudas con flores cerosas y amarillas, perfumadas como miel.
Es un arbusto de origen asiático, aún poco difundido, pero que gana cada vez más adeptos en jardines botánicos y colecciones particulares.
Crece bien en suelos profundos y zonas frías, con pleno sol. Su aroma es un espectáculo en sí mismo
El jardín invernal no es un jardín dormido
El invierno no es una pausa: es otro lenguaje. Quizás la clave está en mirar más de cerca. En observar los márgenes, los tallos sin hojas, los nudos que se abren.
Estas especies hablan el idioma invernal con floraciones que no buscan aplausos, solo existir en su momento justo.
El jardín, entonces, no hiberna: se reinventa con menos. Y esas flores inesperadas son su forma de recordárnoslo.